LA DISTANCIA Y EL DESTINO
Era de esas amantes
que entregada,
te amaba hasta
la heroicidad,
hasta la extinción
de todo deseo,
donde comienza
la evolución
sentimental.
Los bellos accidentes
de sus lunares,
eran, perfiles curiosos
re construyendo
la geografía de su piel,
haciendo la cosmologia
del universo,
las constelaciones
de su cuerpo,
en la astrología, evidente
de sus deseos.
La conocí, como se conoce
la casualidad,
como el azar, indeciso
se inclina, en algo impreciso,
como Dios, imprevisible
tiende su posibilidad.
Ella, era una mirada
por estrenar,
con un almacén
de besos frescos,
en unos labios
siempre nuevos,
y caricias, caricias
insistentes,
como las olas
persistentes,
que te acarician
haciendo de tu corazón
la arena de su playa.
Y vivimos, frente a frente
rodeados de abrazos,
los suyos, los míos
los del mundo,
y los prestados
a un alto interés
emocional.
Vivimos, en la mínima
distancia,
del cuarzo que
nos distancia,
mínima-mente separados
por un río, un océano,
una lagrima
por una nube
que va, viene
y se disipa,
y a veces, como niños
con un paraguas
en un charco.
Nos amamos,
en lo bueno y en lo malo
en lo simple y lo complejo,
en los orgasmos
y el sentimiento,
en la vida
y en el tiempo.
Nos amamos,
con la ferocidad
del desespero
al filo de la existencia,
prendidos, de un hilo
de vida
para respirar-nos,
con un fuego audaz
en una tierra insolente,
pero, la realidad
y sus complicaciones
nos despertó.
Nos dimos la vuelta
comenzando a caminar.
-Adiós- me dijo ella
en suspiros.
-Adiós, mi destino-
-Adiós- le dije yo
entre lagrimas.
-Adiós, mi distancia-
FRANCISCO CEDRÁN. POETA URBANO.
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