Llevo en mis atardeceres violeta desde mis orígenes, doncellas desnudas jugando con centauros galopantes.
Días de sol amarillos de finas miradas, solo los rayos del sol
condecoran dignamente el dulce cuerpo de una mujer.
Llevo en mis atardeceres con el sabor incipiente de lágrimas contenidas, que te abrasan la lengua como si fuera fuego,
cuando caminas por senderos que jamás habías andado
donde se ponía un sol rojo como la sangre.
Llevo en mis atardeceres los días de Abril, se dibujan transparentes sobre el manto dorado del bosque.
Qué agradable conciliar el sueño sin deseo, saciado
de flores y fatigado de verdor, y que en el cabecero de la
cama luzca una guirnalda de vid roja...
Los días de invierno carecen ya de anhelo, sus dedos
son de un frío implacable, y en mis sueños se ve, por
todas partes como caen copos blancos incesantes...
Ansío mis amores lejanos, mi triste grandeza llorar lágrimas
amargas que nadie ve.
Sobrevivo en la dulzura de los viejos tiempos entre extraños
que levantan ciudades nuevas en colinas azules que se alzan
hasta el borde del cielo, hablo en voz baja con los árboles cautivos.
Qué despacio desgasta el tiempo la esencia de las cosas,
y que callados pisan los firmes talones del destino.
¡He de esperar a la muerte apacible que traerá libertad a mi alma¡
Che-Bazán.España.
Poema escrito en mi viaje por tren por Hungría
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