Tus labios como un sepulcro. Decidiste no responder; la noche se abre: espesa negrura de latidos multiformes. No logro ver más allá del paisaje flagelado, ese en el que tu mirada llueve. Sin entender me levanto y sigo, adonde quiera que sea necesario, allá iré. Me aturde tu silencio, me deja un sinsabor inevitablemente tuyo, una especie de depósito donde guardo los restos de la nada. Un cementerio de palabras vacías, gestos inútiles, mentiras piadosas. No me dejaste ir, solo por conveniencia... ahora que por alguna razón que desconozco ya no te soy útil, me arrojás a las fosas, creído de que así podés seguir: tranquilo, impune.
Solo te advierto una cosa, no vuelvas sobre tus pasos, porque una vez que decidiste intentar silenciarme, el juego cambió: la princesa se convirtió en dragón.
Si no tenés lanza nunca salgas a las arenas de los caballeros.
Tus ojos están abiertos, derramando mil lágrimas de sangre, sangre azul, sangre sin corazón. Mirá a tu alrededor y contemplá lo que construiste: no te asustes, es la primera vez que lo vez, pero aunque no lo creas estás acostumbrado a éste lugar, es, donde siempre termina tu vida. Tu viaje se venció, esta vez todo cambió.
Tu silencio te mató.
Para Ediciones Droom ©Flor Moreno
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