Me persigue la esencia primigenia, el ardor descomunal del recuerdo y las ansias desbocadas del encuentro, buscadora de raros presagios, me quedo en la aurora de los sueños.
No persigo la gloria ni sus vaporosos efluvios, busco la ternura del abrazo, la palabra sincera y la sonrisa.
Soy raro artilugio de humana que vino a un universo que no se le acomoda, luchando, enredando ramas de fantasía eterna.
Sé, quedarán en rincones prohibidos de mi mente, todo lo que no se ha cumplido.
Todo lo abandonado y roto, junto a mis más profundos deseos. Conociendo de que fibras estoy hecha, de fuerte tientos de lucha y de increíbles miedos disimulados. Aunque me crean el huracán que desbasta, mi interior lo cubren las dudas. Y con ellas he debido enfrentarme y batallar para seguir andando. Nunca encontré tesoro que me salvara.
Mientras enfrento mareas audaces, mi yo me susurra, basta de luchar, basta de heridas, basta de estos caminos pedregosos, incrustados en el alma. No entiendo el por qué. Aun, así ha sido, nunca tuve la protección de ser aceptada con todos los vericuetos de este ser inquieto que soy. Han pretendido más de lo que puedo y a pesar he respondido los retos que la vida me impuso. Vida dura de diamantes sin luces, tan sólo el brillo que le da la música y el color de las letras, que se cuelan en el papel y claman, basta de tanta fuerza, dónde hay un hombro para recostar mi humana desesperanza.
Y aún aceptando el desafío, busco en este mundo de dicotomías diversas. No busco campos bucólicos, busco en esta ciudad hambrienta de caricias. Busco dando luz. No es búsqueda de biblioteca, es mi alma cansada, pero viva, que espera encontrar humanidad, todavía.
Sylvia Ovington
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