UN RELOJ SIN TIEMPO.
Llámame,
solo cuando tengas
tiempo para mí, no
cuando quieras
llenar el espacio que
te sobra, para
después dejarme en
las mismas entrañas
de la ausencia, del olvido,
de la nada.
En un pesar que arde
con fuerza, como leños
secos en una hoguera
de invierno.
Conozco de memoria
ese salto al vacío, que
provoca la distancia
de los tiempos idos.
No hay cristal que
aguante el filo de un
diamante, y yo, ya no
puedo seguir muriendo
cada vez que avanza el
segundero de un reloj,
que ni se adelanta, ni se
atrasa, ni en unos
ojos hastiados de mirar
solo entre sombras.
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