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miércoles, 12 de febrero de 2020

Resilencia

Resilencia
Por Sergio Pellizza
María después de varios meses de frenética actividad resolviendo una serie de situaciones problemáticas que se le estaban presentando, en un momento de su vida en que esperaba gozar de la jubilación que le correspondía. Sufrió un ACV que la dejó prácticamente imposibilitada de todo movimiento. Los médicos no tenían buen pronóstico para ofrecerle, y en los momentos que en le llegaba algo de lucidez intentaba preguntarles…
-¿Ahora doctor?
El doctor con rostro de preocupado solo decía.
-Hay que tener fe.
María unos instantes después volvía a sumergirse en una piadosa inconsciencia con sueños vagos, con escenarios distintos. Se veía adolecente en la escuela secundaria. Una vieja mansión de la época de Rosas. Podía sentir el aroma de las magnolias que se abrían frente a su ventana. Acunada por este perfume se dormía en un plácido sueño sin tiempo ni espacio.
Después de la atención de urgencia fue llevada a su casa donde se sentía cuidada por manos familiares. Seguía en la semiinconsciencia, solo interrumpida cuando la alimentaban y la atendían en sus necesidades básicas. No quería dejar ese estado parecido al sueño.
No todos eran buenos sueños, con perfumes de magnolias que se asomaban a su ventana en la escuela. Allí en el mismo ámbito del colegio había una escalera que bajaba a las profundidades de un sótano, que según decían había servido de calabozo en otros tiempos. Se usaba como depósito de materiales. Siempre tuvo temor de bajar con su tablero de dibujo y materiales de pintura para dejarlos allí después de las clases. Cuando aparecía la escalera descendente en ese onírico estado, parecía que la profundidad no tenía fondo y era como empujada a descender más y más. Todo oponerse era inútil. Cuando se quedó sin fuerzas y decidió abandonarse a la oscuridad de la caída. Se encendió una claridad plateada, algo así como una nube de la que salió una mano y la sostuvo al borde del escalón.
De pronto escuchó la voz de la nube - mano que le dijo.
-Tranquila María.
-Quédate quietita en este escalón, te sostengo, descansa un momento. Mientras lo haces me presentaré.
-Me llamo Resilencia, soy un ángel. Viene para ayudar a tu ángel de la guarda a que salgas de todo esto. - Mira a tu pobre ángel; parece un pájaro desplumado. – También te cuento porque me llamo así y también porque estoy ayudándote.
-En primer lugar te cuento que mi nombre, Resilencia significa entereza más allá de la resistencia. Es la capacidad de sobreponerse a la adversidad.
-Tu María estas al borde del escalón, es como si se hubiera consumido tu entereza y sobre todo extinguido tu capacidad de sobreponerte. – No puedo llevarte volando hasta arriba como en los cuentos. Eso solo pasa en las películas. Si puedo ayudarte a subir la escalera de un escalón por ves. Si te quedas aquí te caerás y el fondo es la muerte, algo que no es momento para considerar ahora.
-También te digo María. Cuando la vida se prolonga se pueden fusionar el ayer el hoy y el mañana. En esta fusión nacen historias paralelas… afloran situaciones. -En este estado la angustia se convierte en comprensión, se diluye en paciencia fortalecida y se va en busca de resultados positivos. - Es ardua la tarea, pero vale la pena cuando se obtienen los logros.
El ángel Resilencia batía sus alas como aplaudiendo por cada escalón que María superaba. Así fue ascendiendo, el ángel alentando y batiendo sus alas en señal de aprobación. Nadie veía al ángel, pero si todos podían ver como las aspas del ventilador de techo de la habitación de María se movían con su entusiasmo por los logros de María. Al principio nadie le daba importancia pero después de un tiempo, pasó a ser un misterio sin explicación. Hasta lo desenchufaron pero igual seguía moviéndose…
Llegó el momento en que María, parecía que con solo el ángel de la guarda se podía arreglar, y Resilencia partió hacia su dimensión con una enorme sonrisa. Allí lo esperaba el supervisor general del GAE (Grupo de Ángeles Especiales) con cara de pocos amigos.
-Resilencia le dijo, otra vez intervinisteis en asuntos terrenos sin autorización del GAE. Tú siempre tienes buenas intenciones y por eso te perdonamos. Pero en esta ocasión dejaste un ventilador de techo funcionando sin estar conectado a nada. Baja inmediatamente a la tierra. Páralo y encuentra argumentos suficientes para que esa comisión de fieles de la parroquia cercana, con el sacerdote Ernesto a la cabeza, dejen de gestionar este hecho como un milagro.
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