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lunes, 13 de julio de 2020

CAMILA


CAMILA

Cuando las personas pasan por su lado suele evitar el contacto con ella, mirarla de frente al rostro incluso hay quienes se atreven a cambiar de acera todo con tal de estar cerca.

Su cuerpo delgado, su rostro pálido, sin color, ese aspecto cadavérico, sus ropas descuidadas, raídas y hasta sucias muchas veces que hacen que parezca un fantasma, un muerto viviente, un alma condenada a vagar aún por el mundo de lo vivos mostrando su desventura, su dolor, su pena.

Su aspecto provoca miedo, rechazo y hasta repulsión a quienes la ven, a quienes se cruzan con ella.

Nadie sabe el porqué de su situación, ¿qué fue lo que provocó su estado? ¿Dónde se perdió? ¿En qué momento se extravió de la realidad y se dejó arrastra por la locura? ¿Qué le sucedió? Nadie lo sabe y a nadie parece importarle... A nadie.

Las personas en su ignorancia solo saben juzgar, rechazar y condenar a los demás, muy pocos están dispuestos a tender una mano al prójimo.

Cierta mañana ¿Cuál mañana? ¿Qué día? ¿A qué hora? No sé sabe, hacía mucho que para ella los días eran iguales. Sea de día o de noche no había ninguna diferencia para ella pues la oscuridad en la que vivía le hacía ver todo gris

Cierta mañana como decíamos, pasó por su lado una pequeña niña de aproximadamente seis años y cansada se sentó a su lado a descansar. Respiro profundo, abrió una bolsa de plástico que traía consigo, saco de ella una botella de refresco, la destapó y cuando iba a beber volvió su rostro hacia la mujer que estaba a su lado, a la que muchos temían, la saludo y luego preguntó: ¿Quieres un poco? Yo creo que sí quieres pues hace mucho calor.

Sin pensarlo un segundo la pequeña volvió a abrir la bolsa que traía y saco de ella otra botella y se la ofreció. ¡Toma! Esta es para ti. Es de sabor a fresa. ¿Te gusta la de fresa? A mí sí, es mi favorita, es más me encanta. Bueno también me gusta la de piña y de naranja pero la de fresa es la mejor. Toma tu bebida, está helada. Me las regalo una señora a la que le ayudó a barrer su tienda todas las mañanas, la ayudó hace muchos años. Bueno no hace muchos porque aún soy una niña. Tengo seis años, bueno eso creo, la verdad no estoy segura.

La mujer al escuchar aquella vocecita parlanchina a su lado, levanto ligeramente su rostro y vio a una pequeña de sonrisa amplia, mejillas rosadas, cabellos negros de grandes ondas, bellos ojos negros que reflejaban la pureza de su edad pero a la vez cierta tristeza.

Sin mostrar miedo ni repulsión la niña al ver su rostro la saludo: ¡Hola! - le dijo - Soy Camila, mucho gusto. ¿Puedo ser tu amiga? ¡Di que sí! Yo no tengo amigas, bueno si, María, ella vive conmigo y otros niños más allá en la casa de esa vieja que nos obliga a salir a la calle a vender.

¿Tienes hambre? Yo sí y por tu carita veo que tampoco has desayunando. ¡Mira! Aquí traigo dos sandwich. Uno para ti y el otro para mí. El de jamón para tí y este de mantequilla para mí. ¡Come! Parece que estás enfermita y necesitas alimentarte. ¡Sabes! Eres muy bonita y me caes bien. Gracias por querer ser mi amiga.

Bueno ya me debo ir a terminar de vender o la vieja loca de Petronila me va a golpear y eso no me gusta. Si termino rápido vengo un rato por aquí a verte. Acto seguido se acercó a ella, beso su mejilla y se fue corriendo mientras gritaba ¡Chau amiga!

CONTINUARA...

Axel Jasso R.
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CAMILA

Parte 2

Eran las tres de la tarde y a esa hora la calle solía siempre estar vacía y silenciosa, de improviso se escucharon uno pasos avanzando rápidamente, por el sonido que emitían esos pies se podía distinguir que eran de una persona pequeña o de baja estatura.

Era Camila quién venía a paso muy apresurado trayendo entre sus manos unos paquetes que sujetaba firmemente.

El sudor le corría por la frente, sus cabellos todos alborotados le cubrían parte del rostro y sus mejillas se veían más rojas que nunca.

Llegó al parque y cuando pudo distinguir aquella banca donde había dejado a esa alma desventurada que ahora llamaba amiga, grito: ¡Hola amiga! Ya estoy aquí cómo te prometí.

Cuando llegó a su lado, le dio un beso y se dejó caer sobre la banca, exhausta. ¿Recuerdas que te dije que regresaría? Pues aquí estoy, te cumplí amiga y no vine con las manos vacías.

La mujer al escuchar su voz, levanto su rostro sorprendida. Le costaba creer que aquella pequeña hubiera regresado y la considerará su amiga.

Pude vender rápido las dos bolsas de caramelos que me dio Petronila, Diosito me ayudó. Cuando me fui corriendo en la mañana le pedí que me ayudará a vender rápido para poder venir a verte un rato y ya vez, lo hizo.

La mujer que casi nunca levantaba el rostro, está vez estaba mirando a la pequeña que hablaba sin parar, era una niña pequeña, frágil pero parecía una viejita. Le sorprendía que no mostrará repulsión o rechazo alguno por su aspecto. No podía creer que la tratará con tanta familiaridad y amor.

Camila guardo silencio un momento y la miró: ¡Que bonita eres! Tienes unos ojos muy lindos aunque te ves triste. Seguro estás así porque no tienes a nadie que te cuide, yo tampoco tengo a nadie. Mi mamita se murió hace mucho tiempo y me quedé en la calle. Ahí conocí a la vieja Petronila, me dijo que me iba a cuidar pero solo nos hace trabajar.

No estés triste ya amiga, ya no vas a estar sola, ahora me tienes a mí, voy a venir a verte siempre y cuidare de ti hasta que estés bien.

¡Tienes hambre! Y no me vas a decir que no, lo veo en tu carita. ¿A qué no adivinas que he traído? Pues mira te traje una rica sopa que prepara un chino en el mercado y te la vas a tomar toda.

¡Tranquila! No te preocupes por mí. Ya comí algo que me dio una señora en el mercado. A ver, déjame acomodarte esta servilleta para que no te manches la ropa.

Camila le acomodó la servilleta con mucho cariño, saco el recipiente que contenía la sopa y con mucho cariño le dio de comer. Soplaba sobre cada cucharada para que no estuviera muy caliente. ¿Te gusta? ¿Verdad que es muy rica? Ves te dije que te iba a gustar. Tenías mucha hambre, ya casi te la terminas. Y continúo alimentando a quien ella llamaba ahora amiga.

¡Terminaste! Muy bien. Déjame limpiarte tu boquita. ¡Listo!

Bueno ya me debo ir o se van a enojar conmigo. ¡Ay! Casi lo olvido, aquí está tu botella refresco, es de fresa. Te lo tomas todo. Ahora sí me voy.

Luego de alistar sus cosas, le dio un beso en la frente y se despidió. Había avanzado un poco cuando regreso y abrazo a aquella su amiga. ¡Te quiero mucho! Te prometo regresar mañana. Me esperas por favor. ¡Chau amiga!

Y se perdió corriendo por aquella calle, feliz por su nueva amiga.

CONTINUARÁ....

Axel Jasso R.
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CAMILA
Parte 3

Desde la mañana en que la pequeña Camila conoció a aquella mujer a quien decidió llamar su amiga y cuidar de ella, no hubo un solo día en que no fuera al parque a verla.

Iba dos veces al día a visitarla, por la mañana se tomaba media hora entre conversar con ella y compartir lo que conseguía para el desayuno. A las tres de la tarde se aparecía a toda prisa trayendo el almuerzo para compartir. Se sentaba a su lado, la alimentaba y se desvivía en atenciones. Luego se retiraba rápidamente cómo apareció, no sin antes abrazarla tiernamente, darle un beso y renovar su promesa de que volvería al otro día. Nunca venía de noche pues en un par de ocasiones en que lo hizo, no la encontró.

Aquella mujer siempre había permanecido en silencio durante el tiempo en que la niña había está viniendo a visitarla, no había pronunciado ni una sola palabra pero no era ajena a todas las atenciones y demostraciones de afecto que aquella amorosa niña.

Una mañana en particular en que Camila llegó a ver a su amiga, traía consigo algunos objetos aparte del desayuno. Al llegar se sentó a su lado, la alimento y acto seguido saco de su bolsa un cepillo de cabello y con mucho respeto le pregunto si podía peinar su cabello, recibiendo cómo respuesta una mirada tierna, como un sí cariñoso.

Con mucho amor comenzó a pasar el cepillo por la larga cabellera negra, muy despacio para no causarle daño. Disfrutaba mucho de hacerlo, se podía ver en su rostro la dicha que le provocaba aquel sencillo acto.

Estaba concentrada en su tarea, contándole una y mil cosas, como era su costumbre hablando sin parar cuando paso una mujer por el costado de ella y dirigiéndose a la pequeña le dijo:
- ¡Niña! ¿Qué haces? ¡No te juntes con ellas, no te acerques a esa mujer ¡Es peligrosa, además podría hacerte daño.

Camila giro la cabeza y muy molesta respondió:
- ¡Cierre usted la boca y dejé de insultar a mi amiga! Ella no es ninguna loca y usted no tiene porque tratarla mal.

- ¡Muchacha grosera! Yo solo trato de ayudarte y evitar que esa mujer te pegue alguna enfermedad o por último los piojos que trae en la cabeza.

- Usted es más grosera por insultarla sin que le haya hecho nada. Además yo no le pedí su ayuda y por último es mejor que ella me pegue los piojos a que se me pegue lo grosera y mal educada que es usted.

La mujer se alejó muy molesta de ese lugar. La niña abrazo a su amiga y se percató que algunas lágrimas corrían por su rostro. Seco sus lágrimas y la abrazo muy fuertemente mientras le decía: ¡No llores! No le hagas caso a esa mujer fea. Yo te quiero mucho y nadie te va a hacer daño, ni insultar mientras yo esté aquí.

Aquella mañana permaneció a su lado más tiempo del que solía siempre pasar, algo en su pequeño corazón le hacía sentir que esa mujer, sola necesitaba mucho de ella.

CONTINUARÁ...

Axel Jasso R.
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CAMILA
Parte 4
Eran las nueve de la mañana, el sol brillaba en su esplendor y alumbraba aquel parque triste y deteriorado por el abandono de las personas.
Era la hora en que el silencio de aquel lugar era roto por el grito feliz de la pequeña Camila, esa era la forma en que solía anunciar su llegada a su amiga pero extrañamente aquel día no se escuchó, en su lugar se escucharon pasos inciertos, de alguien que buscaba algo con desesperación.
Los pasos eran de una niña uno o dos años mayor que Camila, era de tez morena, cabellos negros y ondulados algo maltratados, de labios gruesos y ojos vivaces, traía en sus manos unas bolsas y observaba de un lado a otro como buscando a alguien.
Cuando vio a la mujer sentada en la banca apuro su paso y se acercó a ella, se detuvo a su lado y con mucho respeto después de presentarse y saludar preguntó: Señorita buenos días, soy María ¿Es usted la amiga de Camila?
La mujer levanto la cabeza al escuchar aquel nombre tan familiar para ella, miro fijamente a María, en su rostro se notaba sorpresa por ver otra pequeña y a la vez el deseo por saber de su pequeña amiga, en su desesperación emitió un gemido cómo de queja, de angustia. María entendió que aquel gemido era de tristeza, de una gran angustia y con mucho cariño como le había enseñado Camila intento calmarla.
- ¡Tranquila! ¡Cálmate! Por favor, Camila está bien. No pudo venir.
La mujer siguió emitiendo gemidos angustiados y aquella niña entendió que no iba a estar tranquila hasta que no le contará toda la verdad.
- Si me prometes estar tranquila te diré donde está nuestra amiga y porque no pudo venir esta mañana. Te parece bien. La mujer asintió con la cabeza.
María se sentó a su lado y volvió a una vez a preguntarle: ¿Me prometes que estarás muy tranquila si te digo la verdad?
La mujer asintió una vez más con la cabeza, tomo las manos de María y la miró cómo rogándole que le hablara de su amiga.
María entendió que aquel gemido era de tristeza, de una gran angustia y con mucho cariño intento en vano calmarla.
- ¡Tranquila! ¡Cálmate! Por favor, Camila está bien. No pudo venir.
La mujer siguió emitiendo gemidos angustiados y aquella niña entendió que no iba a estar tranquila hasta que no le contará toda la verdad.
- Debes prometer que te vas a tranquilizar y te diré donde está nuestra amiga, y porque no pudo venir esta mañana. Te parece bien. La mujer asintió con la cabeza.
María se sentó a su lado y volvió a una vez le pregunto: ¿Me prometes estarás calmada si te digo la verdad?
La mujer asintió una vez más con la cabeza, tomo las manos de María y la miró cómo rogándole que le hablara de su amiga. María respiro profundo y luego habló: Ella no pudo venir porque la vieja Petronila la castigó. Los ojos de aquella mujer se abrieron asombrados.
María continúo diciendo: Esa vieja es mala y muy abusiva. La castigó porque llego a la casa y no traía el dinero completo de las ventas. La jalo de los pelos y la golpeó muy duro con la correa. Luego la envío a la cama sin cenar y le dijo que como volviera a suceder lo mismo le iría peor. Le dijo que hoy saldría a la calle con otro chico, otro abusivo como ella que la ayuda a cuidarnos, dijo que la acompañaría para que la cuide y se asegure de que venda todo, que le mandaría más bolsas de caramelos de las que siempre nos manda y pobre de ella que no cumpliera.
Cuando Petronila se fue a su cama, corrí al cuarto a ver a Camila y la ayude. Ella estaba llorando mucho, estaba realmente triste pero no lloraba por los jalones y golpes que le habían dado, lloraba porque decía que no iba a poder venir a verla a usted señorita, que no iba a poder cumplir con lo que le prometió.
Decía ¿Y ahora cómo le llevó su desayuno? ¿Quién la va a cuidar? ¿Y su almuerzo? La pobrecita va a pasar hambre y yo no puedo ir porque ese abusivo va a acompañarme. ¿Qué voy a hacer? ¡No sé qué hacer María, no sé qué hacer!
La vi tan triste que le dije que yo podía venir, que por favor ya no lloré, yo prometí venir a verla y cuidar hoy de usted señorita. Después de que usted desayuné, me iré corriendo a donde está y la ayudaré a vender para que pueda venir en la tarde.
La angustia que se podía ver en su rostro se transformó en tristeza y de sus ojos empezaron a brotar las lágrimas.
- No por favor, no llores. Me prometiste que estarías tranquila si te decía la verdad. ¿Recuerdas? Me lo prometiste. ¡Por favor! ¡Tranquilízate! Ella está bien. Ya verás que pronto vendrá a verte. La abrazo fuertemente y seco sus lágrimas.
Después de unos minutos y cuando la vio más calmada, arregló sus cosas para poder marcharse.
- Señorita ya me voy, este usted tranquila, iré a ayudar a Camila para que pueda venir esta tarde a verla.
Cuando se puso de pie, la mujer la tomo del brazo, la miró cómo rogándole que volviera con su pequeña amiga y luego beso la mejilla de María en señal de gratitud.
- Volveremos por la tarde, ya lo verá. Me gustó conocerla. Me voy corriendo para poder regresar más tarde. Partió a toda la carrera atravesando aquel parque se perdió en el fondo de la calle.
Las horas transcurrieron y la angustia de aquella mujer por volver a ver a su amiguita crecía y junto con ella, venían miles de preguntas a su turbada cabeza.
Hacía mucho tiempo que a ella no le importaba nadie, no tenía en quién pensar ni por quién preocuparse y mucho menos había alguien que mostrará interés y afecto por ella, solo recibía maltratos, insultos y desprecios de parte de la gente, pero está pequeña había venido a cambiarlo todo.
La espera de hacía larga y desesperante, su anhelo por ver a esa carita que le daba a sus días un aire diferente, era cada vez mayor. Quiso en algún momento ponerse de pie e ir en su búsqueda pero ¿A donde iría? ¿Donde podría hallarla? Decidió esperar, permaneciendo en aquel lugar era más fácil que la pequeña la encontrará.
El silencio de aquel solitario parque fue interrumpido por el ruido del motor de un auto el cual se detuvo muy cerca de donde ella estaba. Escucho la puerta del auto abrirse y junto con ella escucho un grito que le era familiar: ¡Amiga! ¡Amiga ya llegué!
Su corazón dio un brinco, las lágrimas brotaron de su rostro a causa de la emoción que le producía escuchar aquella voz. Volteó la cabeza hacia donde provenía aquella voz familiar, que sonaba como una bella melodía y pudo divisar a Camila bajando del auto con sus paquetes y a su lado María.
Se puso de pie y camino hacia ellas, las niñas sorprendidas corrieron hacia ella y la abrazaron fuerte, tiernamente, con mucho amor.
Fue un abrazo largo, eterno, uno de esos que dan sensación de que el mundo se detiene y no existe nada más que ese momento para disfrutar.
CONTINUARÁ…
Axel Jasso R.
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CAMILA
Capitulo Final
Desde aquel encuentro parece que todo cambio, ese momento marcó un cambio en la relación que hasta ahora habían sostenido.
Ese suceso desagradable para todos, las volvió más unidas que nunca y aumentó el deseo sus corazón de siempre permanecer juntas. Los lazos de amor se habían fortalecido.
Desde aquel día Camila empezó a pasar más tiempo con su amiga, de tomarse media hora paso a quedarse hasta casi dos horas a su lado, a veces sola y otras con María que se había convertido en la cómplice perfecta de aquellos encuentros y es que a ella, también le agradaba pasar tiempo con su nueva amiga.
La mujer no era ajena a todo esto, pues disfrutaba mucho la compañía de las niñas, verlas jugar, escuchar contarle las mil y un cosas que les habían pasado, sus sueños, sus anhelos, sus locas ocurrencias o sus bromas.
Le encantaba estar con ellas, la gente que ocasionalmente pasaba por ahí al verlas juntas compartiendo pensaban que una familia de paseo por el parque.
Aún así, aquella mujer preocupada porque no les ocurra nada malo a las niñas, las tuvo muchas veces que empujar para que se vayan a cumplir con lo que Petronila les mandaba. Sentía que su corazón se partía cuando ellas se iban pero, mayor era su temor por lo que aquella mala mujer les hiciera.
Los cambios que se vinieron dando, no solo se vieron en el trato entre ellas, sino en la apariencia de aquella mujer. Parecía que una pequeña luz se encendió dentro de ella y alumbró su alma y todo su ser. Su semblante era otro, la tristeza de sus ojos se había disipado, ahora había un brillo en su lugar. Su piel ya no se veía amarillenta, pálida y sus cabellos estaban limpios hasta se cambió de vestido que fue algo que dejó sorprendidas a las niñas.
Uno de esos tantos días en que se encontraban muy felices compartiendo el almuerzo, un auto se detuvo en el parque y de el bajo una furiosa mujer, traía en sus manos un bastón, cuando divisó a las niñas empezó a gritar y decir un sinnúmero de groserías.
La mujer vestida de negro avanzó hacia donde estaban todas reunidas, moviendo el bastón en tono amenazante y con cara de pocos amigos.
- ¡Con que aquí es donde pierden el tiempo muchachas del demonio! ¡Ociosas! ¡Vagas! En vez de estar haciendo lo que les mando, están aquí holgazaneando. Aquí es donde se gastan mi dinero ¡Ahora van a ver! Les voy a dar una buena paliza y no les va a quedar ganas de volverlo a hacer. Les voy a partir el alma.
Las niñas al verla se asustaron y se refugiaron junto a su amiga. Petronila levanto el bastón para golpearlas, en el momento en que iba a soltar el primer golpe, una mano la sujeto impidiendo que consiguiera su cometido.
Petronila forzajeo, pero aquella persona pudo más que ella y la tiró al piso, le quitó el bastón y con el, la golpeó mientras le decía:
- ¡Vieja abusiva! ¡Explotadora! Usted no va a golpear a estas niñas. No sé lo voy a permitir.
Continuo golpeándola mientras la vieja permanecía en el piso gritando, pidiendo auxilio rogando piedad, suplicando que terminará aquella golpiza.
- Ahora pides piedad, ruegas que no te den de golpes vieja desgraciada. Prueba lo que se siente cuando agredes a estás niñas. ¿Te gusta? ¿Verdad que no? Pues a estas niñas tampoco les gusta. Nunca más vas a poner una mano encima de ellas.
Se detuvo por un momento, respiro hondo y le dijo: Escúchame bien vieja abusiva, no te quiero cerca de ellas nunca más. ¿Me entendiste? ¡Nunca más! ¿Comprendes?
- Pero ellas me pertenecen, son mías. Yo les doy protección.
La mujer asestó un golpe duro en las piernas de Petronila y apuntando la con el bastón dijo: Ellas no son tuyas, no son de tu propiedad así que olvídate de ellas, porque la próxima vez que te vea cerca no solo te voy a dar una paliza sino que te voy a matar ¿Entiendes? ¡Yo te mato como te acerques a ella! Ellas ya nunca más van a estar solas. Y volvió a darle un golpe en las piernas.
- ¡Esta bien, está bien! Ya te entendí pero por favor ya no me pegues.
- ¡Párate y lárgate de aquí! Ya me aburri de ver tu horrible cara. ¡Largo! ¡Fuera de aquí!
Como pudo la vieja se puso de pie y se marchó del lugar, cojeando y toda magullada.
Las niñas no salían de su asombro, no podían creer lo que estaban viendo. Su amiga esta de pie frente a Petronila y la había echado del lugar con el rabo entre las patas.
Cuando la vieja ya estaba lejos del lugar, la mujer volteó hacia las niñas, las miro con amor, soltó el bastón, abrió sus brazos y las llamó.
- ¡Vengas mis niñas! Mis hermosas pequeñitas. Vengan a mis brazos. No tengan miedo, ya nadie les va a hacer daño nunca más, yo las voy a proteger siempre.
Las niñas corrieron y se lanzaron a sus brazos. Ella las apretó fuertemente y todas empezaron a llorar, pero no era un llanto de tristeza, de miedo o pena. Lloraban de alivio, desahogando sus penas, sus miedos, sus temores, dejando salir todo aquello que las mantuvo presas del dolor.
Lloraban de alegría también, por haber encontrado un refugio de medio tanta tormenta de esta vida, de este infierno de vida que les había tocado vivir.
Hoy por fin podían respirar, no solo eran libres sino que se sentían aliviadas y llenas de amor.
Fue un momento sin duda más que especial, en medio de uno de esos abrazos eternos plagados de amor.
- ¡Lloren mis niñas, mis pequeñitas! Llorar les hace bien en estos momentos. Ahora nadie podrá acercarse a ustedes para hacerles daño. Nunca más se van a aprovechar de ustedes, se los prometo.
Ahora están conmigo, soy quien las va a proteger, quien las va a cuidar. Soy su amiga y si me lo permiten seré su mamá.
Las niñas la soltaron por un minuto, se miraron entre ellas, sonrieron y a la vez gritaron: ¡Mamita! ¡Mamita! Y se volvieron a fundir en un abrazo.
Por un momento Camila se soltó y pregunto: Mamita sabes, existe un problema
Aquella mujer se quedó pensativa y luego preguntó: ¿Un problema? ¿Qué problema? ¿Te refieres a Petronila? ¿Es eso de lo que hablas?
María pregunto: ¿Qué problema Camila? ¿De qué hablas?
- Esa vieja no es problema porque tú le darás su paliza si viene otra vez. El problema es que ella ahora es nuestra mamita pero no sabemos su nombre.
La mujer echo a reír por la ocurrencia de Camila.
- Mi nombre es Sofia y tengo 29 años.
Mucho gusto mamá Sofía agregó Camila y todas echaron a reír.
Minutos después se sentaron en aquella banca del parque donde se conocieron. Se hicieron muchas preguntas sobre ellas y sobre qué les gustaba hasta que las niñas preguntaron por qué ella siempre estaba en aquel lugar, sola y triste.
Su nueva mamá les contó que en ese lugar ella perdió a su hija pequeña de un año, se descuido por unos minutos y alguien se la robó y nunca más la volvió a ver, ni saber nada de ella.
Esa pérdida la sumió en una profunda depresión pues amaba mucho a su bebe. Anduvo buscando a su bebe por mucho tiempo pero nunca la hallo, siempre venía a ese parque, se vestía con la misma ropa con la que estaba aquel día y se sentaba en el mismo lugar por si aquella persona que se llevó a su hija se arrepintiera y quisiera devolverla entonces la encontraría a ella, la reconocería, sabría que era su mamá y la dejaría en sus brazos pero eso nunca ocurrió.
No sabía en qué momento de tanto ir y venir, de tanta pena se perdió en su mente, todo alrededor de ella se detuvo, ya nada le importaba... solo morirse.
- Ustedes mis niñas me devolvieron a la vida, a la realidad. La vida me quitó una niña y Dios me regaló dos hijas hermosas con un gran corazón. ¡Gracias! Ustedes con su amor y sus cuidados me sacaron de mi oscura prisión, encendieron una llama dentro. Me devolvieron las ganas de vivir. Las amo y quiero tenerlas a mi lado siempre.
Se abrazaron y llenaron de besos luego Sofía les dijo: ¡Vámonos mis niñas! Tenemos que irnos de este parque, de este pueblo, de este lugar. Esa vieja no se va a detener a pesar de que la amenace y es capaz de venir con algunos bandidos.
Se tomaron de la mano, salieron a toda prisa del parque y por una de tantas calles se perdieron rumbo a su felicidad.
FIN
Axel Jasso R.
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