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sábado, 7 de marzo de 2020

CARROZAS DE DIOS EL SOL

EL SOL SE OCULTO DE REPENTE Y LA NOCHE SE ABALANZÓ POBLANDO DE
OSCURIDAD TANTA LUZ. LA BRISA CÁLIDA DE LA PRIMAVERA QUE SE AVECINABA
SE TORNO EN RAFAGAS DE UN VIENTO TAN VIOLENTO Y FRÍO QUE ARRASABA
CUANTO ENCONTRABA A SU PASO.
TODO CAMBIO EN ESE MOMENTO.
 ENORMES NUBES CUBRIERON EL LUGAR A TAN BAJA ALTURA QUE ERA
POSIBLE PALPAR LA TRISTEZA DE ESAS CARROZAS DE LLANTOS QUE INUNDABAN EL ALMA.

TODO SE CONVIRTIÓ EN ESE MOMENTO.
LAS FLORES PERDIERON SU PERFUME Y COLOR Y SUS TALLOS ARQUEARON SU FIRME
POSTURA, COMO SI SUS RAÍCES HUBIERAN DEJADO DE NUTRIRLAS, SUMIENDOLAS
EN EL DESAMPARO DE LAS INCLEMENCIAS DE LA ANGUSTIA.

TODO SE TRANSFORMO EN ESE MOMENTO.
LOS VERDES PASTOS FUERON DESIERTO Y SU DESENFRENADA ARENA, AL BAILAR LA
DANZA DE LOS VIENTOS TRISTES, LASTIMABA LOS OJOS INCRÉDULOS DE LA REALIDAD,
Y LOS ARBOLES MOSTRABAN SU DISFRAZ DE INVIERNO EN LAS VARAS DESNUDAS 
Y SECAS DE LOS SENTIMIENTOS.

DESPUÉS, EL SILENCIO, LA DESOLACIÓN, LA NOSTALGIA Y LA OSADÍA DE
PRETENDER VOLVER A AQUEL ANTIGUO PAISAJE DE BELLO ESPLENDOR O RELEER EL
MEJOR LIBRO DE POESIAS AL AMOR.

LUEGO, AQUELLAS CARROZAS DE LLANTO SE SECARON, TRANSFORMANDO SU
INMENSO CAUDAL DE LAGRIMAS EN UN BLANCO, SUAVE Y PURO ALGODÓN QUE,
COMO EN EL CUENTO DE LA CENICIENTA, UN HADA CONVIRTIÓ EN UN ALBO
CARRUAJE DIVINO QUE COMENZÓ A ALEJARSE HACIA EL CIELO LLEVANDO EN ELLA LA
MAS BRILLANTE ESTRELLA. CASI UNA PERSONA ... CASI DIOS.     
HABÍA MUERTO MI MADRE.


                                                                   Alberto De Los Santos

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