LA SOMBRA DE UN OLIVO
Hace calor, un calor, que aplasta, que adormece.
Yo estoy sentado y agradecido, por la sombra de este olivo,
acompañado por un botijo, que como tesoro preciado,
guarda en su interior, esa frescura, ese agua,
que bebo con un sentimiento de ternura.
Miro hacia adelante, veo esa tierra seca,
cuarteada, dejándose conocer, contándonos su pasado,
eran charcos, de agua de lluvia, que el calor devolvió al cielo,
también la vida evapora cuerpos, fantasías y sueños,
dejando en cualquier desierto,
almas que se secan a cielo abierto.
Un poco más allá veo el calor subiendo desde la tierra
yendo hacia el cielo, temblando, desde el suelo hasta el lejano cielo,
es el alma del sol, que busca, a su amo y señor.
Como vapor transparente, y al mirar a través de ese falso cristal,
la verdad tiembla y vuelve hacia mí, haciéndome pensar,
mirar a mi aliado, ese botijo que tengo aquí a mi lado.
El al igual que esa sombra, al igual que ese olivo,
luchan a mi favor, contra ese calor, que es mi enemigo.
Acaricio el botijo, lo cojo, lo levanto y a mi boca
llega ese hilo grueso, esa frescura, la vista se pierde
entre esas ramas, entre esas hojas verdes,
que del tronco grueso, herido y viejo, han florecido,
haciendo que sienta lo que ahora es, es mi amigo.
Con el botijo le agradezco su cobijo, dándole un trago largo,
repartiendo ese tesoro, fresco y claro, que esconde,
en las entrañas de ese barro con forma, al que el fuego hizo fuerte,
dándole el poder de alejar a la muerte, regando
raíces y boca, penetrando en esa tierra roja,
al tiempo que adentrándose en mis entrañas,
devolviéndome a la vida, despertándome de mi sueño,
enseñándome que dentro de él, hay milagro y alimento,
dentro de ese botijo, dentro de algo tan pequeño.
Autor: Sisco F. R. G. a / 09 / 03 / 2019 /
(todos los derechos reservados)
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