Como agua que escapa entre las manos.
El tiempo decanta el tiempo, en su paso,
los segundos a los minutos,
y las horas de todas las ausencias,
clavándose en el olvido.
Como menesterosos pasajeros
de pueblos derrotados,
anhelando la llegada.
Queremos volar y no somos
ángeles ni pájaros,
las cumbres crecen,
lejos de nuestro alcance.
Y qué ha quedado de los sueños.
Migajas de soñadores.
Pedazos candentes
de almas sin destino.
Las preguntas buscan dueño,
entre locos solitarios
abrazados de misterio,
ellos heredarán la muerte
y todo volverá
gestando el comienzo.
La vida llama
con fuerza y sortilegio
arremete desiertos
y acompaña al camino.
Sylvia Ovington
Mi estilo
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