Un día me hice a la mar con un pequeño equipaje,
en él, llevaba mis sueños con matices de ilusiones,
mis otras cosas quedaron entre gastados boscajes,
atados a grises recuerdos y a viejas locas pasiones.
Alguien dijo una vez, que en un océano de oriente,
encontraré un paraíso, que entre arrecifes emerge,
de un suave azul como el cielo y de arena diferente,
con ocaso anaranjado, que por la playa converge.
me voy en busca de aquello, para disipar mi vida,
para sacar la espina, clavada en mitad del pecho,
huir de tanta crueldad, que permanece escondida,
junto a espesos laberintos, de pasadizos estrechos.
Llegar a una costa, distante, de suelo paradisiaco
donde plateados delfines, con increíbles piruetas,
hacen despertar al cielo, entre signos del zodiaco,
cuando juegan en el agua, imitando a marionetas.
Son luces de un poeta, que mira cercana la muerte,
que muy pronto realizará, un largo y difícil viaje,
donde no existe un pasado, ni pedimos a la suerte,
que nos lleve a las alturas, por un precioso celaje.
Son fugaces pensamientos, en un algo irrealizable,
no existe ese paraíso, ni el puerto de la esperanza,
donde la blanca espuma es un punto inalcanzable,
que acaricia roja rosa, lastimada por mi erranza.
Perdona mi amado Dios, si di un paso equivocado,
si anduve en vías, que a mi entorno hicieron daño,
aún se adhiere en el alma, algún amargo pecado,
que ha destruido mi ser, con su proceder extraño.
Los días son muy cortos y muy largas las noches,
la mente no descansa, lo onírico se hace presente,
me envuelve en fantasías y escribe sus reproches,
cuando pienso en aquella, que aún sigue ausente.
Gerardo Vásquez Almazán
Tumbaco, Quito, Ecuador,
Agosto 12 del 2020
(D.R.A.)
Imagen tomada de la Web
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