(10 de agosto)
La noche cubrió a la luna con un negro velo, para que nadie viera su dolor.
En su rostro de plata se había borrado la sonrisa y las estrellas eran un cortejo que apenas la consolaba.
¿Por qué lloras, luna?
Fue la triste pregunta de aquellos que esperaban ver su rostro de nácar.
La luna respondió entre gemidos:
“Hoy mataron a Lorenzo.”
Se hizo el silencio, la luna tiñó el cielo con su dolor y unas blancas lágrimas lo cubrieron.
¡Oh!, nunca fue tan hermoso un llanto, tanto, que hasta las mismas estrellas se vistieron de lágrima.
La noche retiró su velo para que se viera su llanto, tan hermoso y diáfano, tan cristalino y puro, que hasta el día de hoy, al recordar la muerte de este santo, el cielo llora su martirio.
Pero yo quiero pensar que eso que llamamos “lágrimas de san Lorenzo”, más allá del llanto de una naturaleza por su muerte, son almas que recuerdan a quien, por amor, entregó su vida a Dios.
Abel de Miguel Sáenz
Madrid, España
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