ACERCO LETRAS AL FUEGO
Acerco letras al fuego
para dorarles el alma
-por fuera bailan con calma,
en el éxtasis del juego-.
Las acomodo en un pliego,
insuflándoles mi aliento.
Es el instante en que siento
que van dejando de ser
mías y comprometer,
con otros labios, su asiento.
Escribo, sí, con la vida.
Me desgarro en cada verso,
tratando que mi universo
no sea ilusión perdida.
Corto la frase manida;
el lugar común rechazo
y, en la aventura, me abrazo
a la canción asustada,
esa que no está inventada,
cazándola con mi lazo.
¿De poeta? No presumo.
¿De artesano? Sí, bastante,
descubriendo en el estante
un viejo oficio que asumo.
A la tempestad me sumo
probando cada herramienta:
la libertad me sustenta
insuflando en mi nariz
el tiempo en que soy feliz,
y hace danzar mi osamenta.
Me siento a escribir consciente
-sin ideas muchas veces-,
de pronto ver como crece
la virgen frase templada
en una hoguera incendiada
por palabras que me abrasan,
que no me matan y me asan
esas neuronas benditas
que consumo en exquisitas
raciones, y no colapsan.
Escribo, sí, porque quiero
nadar entre poesías;
sentir que alegran mis días
con un amor verdadero.
Intento poner esmero
con caricias interiores.
Somos eternos deudores
de sus placeres constantes.
¿Ellas? Muy buenas amantes.
¿Los poetas? Sus cultores.
©Jorge Jorge González
21 de junio del 2021
País: Cuba
Foto tomada de la red:
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