Sus ganas se juntaron en un eclipsado momento y cual caudalosos ríos sus riberas traspasaron, descontroladas avanzaron, arrasando con todo a su paso.
Como una pequeña colilla de cigarro en la hierba seca desató el incendio voraz, aquel primer beso que nos dimos encendió el deseo incontrolable sobre las pieles libres al viento, no hubo un solo argumento que pudiera contener el fuego que por las venas empezó a correr.
El panal destilo su embriagante miel y con avidez hasta la última gota bebieron, como la tierra seca absorbe la lluvia tardía.
Con el canto de pajarillos enamorados llegó la calma a aquellos cuerpos y con una dulce unión de labios sellaron aquel encuentro, llevando impregnada en la sangre el dulce fuego de ese momento en que fueron más ágiles que el águila surcando el viento.
Axel Jasso R.
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