EL BIEN AMAR
Nada como tu mano entretenida en los senderos de mis parajes otoñales. Nada como tu voz bajo el mágico castaño de la pasión. Tu beso me sabe a rosa tardía, llena de vida, exenta de espinas; el mío es un cerezo sufrido que lucha por resistir. Tú me vistes de atardecer en estas libres praderas, y yo te alumbro entre el mullido de estas hojas secas que murmuran a nuestras espaldas.
Tus brazos abiertos, como dos ramas de olivo queriendo abrazar al sol, me esperan; y yo me entrego a ti paseándome por los secretos de tu pecho.
Llegada la noche, el fuego del hogar nos desnuda por completo y nos dejamos llevar bailando nuestros cuerpos entre las aladas sombras de nuestro cariño. Tú me dices que me quieres, muy bajito, como si el campo pudiera escucharnos; y yo abro las ventanas de par en par y dejo pasar a la luna, única testigo de nuestro inmenso amor.
©Manuel Vega
Valencia, España
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