(Fresco de Rafael Sanzio 1510 - 1511 pintado en la Villa Farnesina, en el barrio de Trastévere de Roma)
EL TRIUNFO DE GALATEA
Galatea escapa para conservar el amor puro. En la escena, es la única que mantiene una pose serena, mirando hacia el único cupido que no malgasta sus flechas y dejando a un lado los otros dos caminos a seguir por el ser humano: el amor terrenal y la política. Rafael nos muestra ese tercer camino que no sucumbe a la seducción del poder o lo carnal, y a su ideal de belleza, no inspirándose así en la realidad, si no dejando que sea su sensibilidad la que cree ese modelo.
Nereida Galatea, diosa y doncella;
la blanca ninfa de amores verdaderos;
la que surge del mar en calma, la bella,
la fiel protectora de los marineros.
Viajando en su carro de lindos delfines,
la belleza que adora el amor platónico
aparta la carne a lejanos confines
desaceptando el sucio querer lacónico.
Sus rubios cabellos, su dulce semblante,
su mirada serena, su pose clásica,
su rojo manto de Pompeya elegante,
mirando a un Cupido sin flecha ni plática.
Triunfa el amor en su excelsa figura.
Tritones y Nereidas gozando lo carnal;
pero ella, la más brillante criatura,
obviando los lances de todo placer mortal.
Los centauros llegan surcando las olas,
con otras Nereidas de sexo invadidas,
y tocando trompetas y caracolas
anuncian los placeres y bienvenidas.
Avasallador imperio el de los goces,
terrenales, impuros y contagiosos.
Galatea ignora amores feroces,
querubines alados y vanidosos
que en las orgías de sus flechas atroces
provocan los desenfrenos más carnosos.
Galatea, bella Galatea pura,
la que busca al querubín del tierno amor:
muéstranos por siempre tu linda figura,
divina hermosura de luz y candor.
©Manuel Vega
Valencia, España
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