Sin despedida y sin drama
Las calles de mi ciudad a veces tienen sorpresas,
juegan con nuestro existir y con un viejo corazón,
aparecen de la nada, las grises neblinas espesas,
pintando con sus dedos, un gran lienzo de pasión.
Golondrinas que planean, en el espacio azulado,
amantes que transitan, entrelazando sus manos,
mirando al brillante sol, con andar desesperado,
llevando en su interior, varios recuerdos lejanos.
Personas caminando solas, buscando pasivos ojos,
por las calles arrugadas y sus veredas marchitas,
donde nacen agudas espinas y sonríen los abrojos,
esperando solitarias, un romance y quietas citas.
Una preciosa morena, que transita con cadencia,
escucha que alguien le pide, platicar en un andén,
hombre pintando canas, dice matices de ausencia,
que quiere quitar a la dama, su vanidad y desdén.
La amé desde aquel día, fue ese sueño de ilusión,
pero luego comprendí, que yo estaba equivocado,
a nadie se puede amar, por la simple compasión,
ni por algunas monedas, que le das ilusionado.
volvieron a crecer tus alas y partiste de mi lado,
en una tibia mañana, con seis fardos de equipaje,
me quedé sin el amor, que por azar habías dado,
y volví a quedarme solo, con la luz de mi paisaje.
Somos como agua y aceite, tú quedas en libertad,
no te esfuerces por amarme, ni digas una mentira,
no importa si quedé solo, en mi amarga soledad,
o en la mirada del niño, que al alejarte suspira.
Hoy entrego mi adiós sin despedida y sin drama,
olvidaré que algún día, cruzaste por mi camino,
siento inmensa tristeza, por alguien que se ama,
pero que puedo hacer, si así lo quiere el destino.
Gerardo Vásquez Almazán
De mi poemario
“El Grito de mi soledad”
Quito, Ecuador
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