viernes, 5 de noviembre de 2021

DONDE SE GUARDAN LOS SECRETOS


 DONDE SE GUARDAN LOS SECRETOS


Los últimos pensamientos que nacieron con el crepúsculo quedan flotando sobre el naciente cerco de plata que la luna dibuja. Poco importa que después se abandonen en los brazos del alba o que cambien el ropaje de fuego con el que los vistió el atardecer por el de las blancas estrellas y, más tarde, por las luces de un nuevo amanecer.
Esos pensamientos, por ser del corazón y del alma, trascienden las fases del día, pues la naturaleza es, para ellos, un lienzo que se ofrece para que graben en su aire lo que llevan dentro.
Alma y corazón van buscando esos rincones en los que lamer sus heridas o compartir sus felicidades.
Así, los ríos podrán ser confidentes silenciosos de penas, o testigos de besos que se compartieron en sus orillas bajo el alegre eco de sus aguas.
Y quien tenga la fortuna de encontrar un momento de silencio, sentado en un banco y custodiado por hojas de otoño, a poco que avive el oído escuchará, entre las voces del viento, felices o tristes suspiros, gritos de alegría que alguien dejó huir aprovechando su soledad, o la melancólica sinfonía de llantos que se desahogaron en el anonimato.
Y nosotros mismos, a veces sin darnos cuenta, vamos regando la tierra con nuestros pensamientos, repoblamos el aire con nuestros sueños e incendiamos el cielo con las brasas que arden en nuestro corazón.
La naturaleza, como madre que abre sus brazos a los hijos, nos ofrece sus más variados rostros (lluvia, sol, calor, frío, luz, niebla…), pues bien sabe que siempre habrá un corazón y un alma que encuentre en esos estados un íntimo hogar para sus confidencias.
Tanto en el cielo más grisáceo como en el más limpio, tanto a las orillas del infinito mar como en el corazón de un bosque, en los profundos valles que duermen a los pies de las montañas como en las cumbres de los montes más orgullosos, en cada uno de esos lugares siempre encontrarás las huellas del alma de alguien, restos de su corazón, porque los sentimientos son tan amplios y variados como los distintos rostros que nos ofrece la naturaleza.
Sí, bien se puede decir que en ella se guardan todos los secretos que anidan en nuestros corazones y almas.

Abel de Miguel Sáenz
Madrid, España

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