Cuento.

UNA AFICIÓN QUE TRAÍA COLA.-I

Cuento.

Marisa vivía en una calle próxima a la Playa de las Canteras y desde muy pequeña, su madre la llevaba a la playa, acompañada de su hermana Rosi, que era unos tres años mayor que ella y a medida que iba creciendo unas veces con su hermana y otras con su amiga Elena, y cuando tenían oportunidad se escapaban y a disfrutar de la playa, tanto de los baños como de algún juego en la arena.

Raúl era un chico un año mayor que Marisa, que ya había cumplido los 15 años, también del mismo barrio de Guanarteme, que desde hacía algún tiempo se estaba fijando mucho en Marisa y al parecer su sangre se alteraba últimamente, que después de cumplir los 14 años se estaba convirtiendo en un pimpollo.

La afición de Marisa por la playa, se había convertido en una especie de obsesión y tanto si encontraba a alguien que la acompañara, como en el caso contrario, se escapaba y a disfrutar de su diversión. Esto le estaba ocasionando problemas con su madre que la reprendía con frecuencia, ya que necesitaba que le ayudara en las labores de la casa y aún estaba en edad de estudiar, sin que le prestara demasiada atención.

Raúl ya había tenido alguna conversación con Marisa y un día que iba por el Paseo de las Canteras, observando unas rocas en forma de barra que se veía cuando la marea estaba baja, se llevó una gran impresión: vio a Marisa en la roca de la barra más próxima a la orilla, escorada con una cola como la de un pez. Raúl sin pensarlo se metió vestido en el agua hasta llegar hasta donde ella estaba y con el corazón todavía agitado le pregunto: ¿qué te ha pasado? Marisa cabizbaja contestó: esto es por no hacerle caso a mi madre que me echó una maldición de qué si venía a la playa sin su permiso, me convirtiera en pez.

Esto le ocurrió a Marisa, por no hacerle caso a su madre, que casi siempre tienen razón, y si alguna vez no la tienen, habrá que perdonarla, en compensación por las veces que no le hacemos caso.

Juan Tejera Ojeda.

Juan Tejera.-Relatos.