CAMILA
Cuando las personas pasan por su lado suele evitar el contacto con ella, mirarla de frente al rostro incluso hay quienes se atreven a cambiar de acera todo con tal de estar cerca.
Su cuerpo delgado, su rostro pálido, sin color, ese aspecto cadavérico, sus ropas descuidadas, raídas y hasta sucias muchas veces que hacen que parezca un fantasma, un muerto viviente, un alma condenada a vagar aún por el mundo de lo vivos mostrando su desventura, su dolor, su pena.
Su aspecto provoca miedo, rechazo y hasta repulsión a quienes la ven, a quienes se cruzan con ella.
Nadie sabe el porqué de su situación, ¿qué fue lo que provocó su estado? ¿Dónde se perdió? ¿En qué momento se extravió de la realidad y se dejó arrastra por la locura? ¿Qué le sucedió? Nadie lo sabe y a nadie parece importarle... A nadie.
Las personas en su ignorancia solo saben juzgar, rechazar y condenar a los demás, muy pocos están dispuestos a tender una mano al prójimo.
Cierta mañana ¿Cuál mañana? ¿Qué día? ¿A qué hora? No sé sabe, hacía mucho que para ella los días eran iguales. Sea de día o de noche no había ninguna diferencia para ella pues la oscuridad en la que vivía le hacía ver todo gris
Cierta mañana como decíamos, pasó por su lado una pequeña niña de aproximadamente seis años y cansada se sentó a su lado a descansar. Respiro profundo, abrió una bolsa de plástico que traía consigo, saco de ella una botella de refresco, la destapó y cuando iba a beber volvió su rostro hacia la mujer que estaba a su lado, a la que muchos temían, la saludo y luego preguntó: ¿Quieres un poco? Yo creo que sí quieres pues hace mucho calor.
Sin pensarlo un segundo la pequeña volvió a abrir la bolsa que traía y saco de ella otra botella y se la ofreció. ¡Toma! Esta es para ti. Es de sabor a fresa. ¿Te gusta la de fresa? A mí sí, es mi favorita, es más me encanta. Bueno también me gusta la de piña y de naranja pero la de fresa es la mejor. Toma tu bebida, está helada. Me las regalo una señora a la que le ayudó a barrer su tienda todas las mañanas, la ayudó hace muchos años. Bueno no hace muchos porque aún soy una niña. Tengo seis años, bueno eso creo, la verdad no estoy segura.
La mujer al escuchar aquella vocecita parlanchina a su lado, levanto ligeramente su rostro y vio a una pequeña de sonrisa amplia, mejillas rosadas, cabellos negros de grandes ondas, bellos ojos negros que reflejaban la pureza de su edad pero a la vez cierta tristeza.
Sin mostrar miedo ni repulsión la niña al ver su rostro la saludo: ¡Hola! - le dijo - Soy Camila, mucho gusto. ¿Puedo ser tu amiga? ¡Di que sí! Yo no tengo amigas, bueno si, María, ella vive conmigo y otros niños más allá en la casa de esa vieja que nos obliga a salir a la calle a vender.
¿Tienes hambre? Yo sí y por tu carita veo que tampoco has desayunando. ¡Mira! Aquí traigo dos sandwich. Uno para ti y el otro para mí. El de jamón para tí y este de mantequilla para mí. ¡Come! Parece que estás enfermita y necesitas alimentarte. ¡Sabes! Eres muy bonita y me caes bien. Gracias por querer ser mi amiga.
Bueno ya me debo ir a terminar de vender o la vieja loca de Petronila me va a golpear y eso no me gusta. Si termino rápido vengo un rato por aquí a verte. Acto seguido se acercó a ella, beso su mejilla y se fue corriendo mientras gritaba ¡Chau amiga!
CONTINUARA...
Axel Jasso R.
Derechos reservados
CAMILA
Parte 2
Eran las tres de la tarde y a esa hora la calle solía siempre estar vacía y silenciosa, de improviso se escucharon uno pasos avanzando rápidamente, por el sonido que emitían esos pies se podía distinguir que eran de una persona pequeña o de baja estatura.
Era Camila quién venía a paso muy apresurado trayendo entre sus manos unos paquetes que sujetaba firmemente.
El sudor le corría por la frente, sus cabellos todos alborotados le cubrían parte del rostro y sus mejillas se veían más rojas que nunca.
Llegó al parque y cuando pudo distinguir aquella banca donde había dejado a esa alma desventurada que ahora llamaba amiga, grito: ¡Hola amiga! Ya estoy aquí cómo te prometí.
Cuando llegó a su lado, le dio un beso y se dejó caer sobre la banca, exhausta. ¿Recuerdas que te dije que regresaría? Pues aquí estoy, te cumplí amiga y no vine con las manos vacías.
La mujer al escuchar su voz, levanto su rostro sorprendida. Le costaba creer que aquella pequeña hubiera regresado y la considerará su amiga.
Pude vender rápido las dos bolsas de caramelos que me dio Petronila, Diosito me ayudó. Cuando me fui corriendo en la mañana le pedí que me ayudará a vender rápido para poder venir a verte un rato y ya vez, lo hizo.
La mujer que casi nunca levantaba el rostro, está vez estaba mirando a la pequeña que hablaba sin parar, era una niña pequeña, frágil pero parecía una viejita. Le sorprendía que no mostrará repulsión o rechazo alguno por su aspecto. No podía creer que la tratará con tanta familiaridad y amor.
Camila guardo silencio un momento y la miró: ¡Que bonita eres! Tienes unos ojos muy lindos aunque te ves triste. Seguro estás así porque no tienes a nadie que te cuide, yo tampoco tengo a nadie. Mi mamita se murió hace mucho tiempo y me quedé en la calle. Ahí conocí a la vieja Petronila, me dijo que me iba a cuidar pero solo nos hace trabajar.
No estés triste ya amiga, ya no vas a estar sola, ahora me tienes a mí, voy a venir a verte siempre y cuidare de ti hasta que estés bien.
¡Tienes hambre! Y no me vas a decir que no, lo veo en tu carita. ¿A qué no adivinas que he traído? Pues mira te traje una rica sopa que prepara un chino en el mercado y te la vas a tomar toda.
¡Tranquila! No te preocupes por mí. Ya comí algo que me dio una señora en el mercado. A ver, déjame acomodarte esta servilleta para que no te manches la ropa.
Camila le acomodó la servilleta con mucho cariño, saco el recipiente que contenía la sopa y con mucho cariño le dio de comer. Soplaba sobre cada cucharada para que no estuviera muy caliente. ¿Te gusta? ¿Verdad que es muy rica? Ves te dije que te iba a gustar. Tenías mucha hambre, ya casi te la terminas. Y continúo alimentando a quien ella llamaba ahora amiga.
¡Terminaste! Muy bien. Déjame limpiarte tu boquita. ¡Listo!
Bueno ya me debo ir o se van a enojar conmigo. ¡Ay! Casi lo olvido, aquí está tu botella refresco, es de fresa. Te lo tomas todo. Ahora sí me voy.
Luego de alistar sus cosas, le dio un beso en la frente y se despidió. Había avanzado un poco cuando regreso y abrazo a aquella su amiga. ¡Te quiero mucho! Te prometo regresar mañana. Me esperas por favor. ¡Chau amiga!
Y se perdió corriendo por aquella calle, feliz por su nueva amiga.
CONTINUARÁ....
Axel Jasso R.
Derechos reservados
Eran las tres de la tarde y a esa hora la calle solía siempre estar vacía y silenciosa, de improviso se escucharon uno pasos avanzando rápidamente, por el sonido que emitían esos pies se podía distinguir que eran de una persona pequeña o de baja estatura.
Era Camila quién venía a paso muy apresurado trayendo entre sus manos unos paquetes que sujetaba firmemente.
El sudor le corría por la frente, sus cabellos todos alborotados le cubrían parte del rostro y sus mejillas se veían más rojas que nunca.
Llegó al parque y cuando pudo distinguir aquella banca donde había dejado a esa alma desventurada que ahora llamaba amiga, grito: ¡Hola amiga! Ya estoy aquí cómo te prometí.
Cuando llegó a su lado, le dio un beso y se dejó caer sobre la banca, exhausta. ¿Recuerdas que te dije que regresaría? Pues aquí estoy, te cumplí amiga y no vine con las manos vacías.
La mujer al escuchar su voz, levanto su rostro sorprendida. Le costaba creer que aquella pequeña hubiera regresado y la considerará su amiga.
Pude vender rápido las dos bolsas de caramelos que me dio Petronila, Diosito me ayudó. Cuando me fui corriendo en la mañana le pedí que me ayudará a vender rápido para poder venir a verte un rato y ya vez, lo hizo.
La mujer que casi nunca levantaba el rostro, está vez estaba mirando a la pequeña que hablaba sin parar, era una niña pequeña, frágil pero parecía una viejita. Le sorprendía que no mostrará repulsión o rechazo alguno por su aspecto. No podía creer que la tratará con tanta familiaridad y amor.
Camila guardo silencio un momento y la miró: ¡Que bonita eres! Tienes unos ojos muy lindos aunque te ves triste. Seguro estás así porque no tienes a nadie que te cuide, yo tampoco tengo a nadie. Mi mamita se murió hace mucho tiempo y me quedé en la calle. Ahí conocí a la vieja Petronila, me dijo que me iba a cuidar pero solo nos hace trabajar.
No estés triste ya amiga, ya no vas a estar sola, ahora me tienes a mí, voy a venir a verte siempre y cuidare de ti hasta que estés bien.
¡Tienes hambre! Y no me vas a decir que no, lo veo en tu carita. ¿A qué no adivinas que he traído? Pues mira te traje una rica sopa que prepara un chino en el mercado y te la vas a tomar toda.
¡Tranquila! No te preocupes por mí. Ya comí algo que me dio una señora en el mercado. A ver, déjame acomodarte esta servilleta para que no te manches la ropa.
Camila le acomodó la servilleta con mucho cariño, saco el recipiente que contenía la sopa y con mucho cariño le dio de comer. Soplaba sobre cada cucharada para que no estuviera muy caliente. ¿Te gusta? ¿Verdad que es muy rica? Ves te dije que te iba a gustar. Tenías mucha hambre, ya casi te la terminas. Y continúo alimentando a quien ella llamaba ahora amiga.
¡Terminaste! Muy bien. Déjame limpiarte tu boquita. ¡Listo!
Bueno ya me debo ir o se van a enojar conmigo. ¡Ay! Casi lo olvido, aquí está tu botella refresco, es de fresa. Te lo tomas todo. Ahora sí me voy.
Luego de alistar sus cosas, le dio un beso en la frente y se despidió. Había avanzado un poco cuando regreso y abrazo a aquella su amiga. ¡Te quiero mucho! Te prometo regresar mañana. Me esperas por favor. ¡Chau amiga!
Y se perdió corriendo por aquella calle, feliz por su nueva amiga.
CONTINUARÁ....
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