domingo, 29 de mayo de 2022

POR SIEMPRE Manuel Vega


 POR SIEMPRE


Ella, tan joven y tan cándida, con su melena rubia recogida en una larga trenza, y un capazo de mimbre en su brazo, llegó al mercado para comprar la fruta del día.

Él, moreno de ojos verdes, con su sombrero de paja fina con cinta negra de groguén, llegaba en ese momento al puesto de frutas.

Quince años ella, diecisiete primaveras él.

Las manzanas, de un rojo brillante, parecían quererles hablar. Ella las miraba con admiración; él la miraba a ella, embelesado, sin parpadear.

El señor frutero les preguntó:

—¿Qué se os ofrece?

Y los dos, al unísono, respondieron.

—¡Manzanas!

Ella le miró a él, que no había dejado de mirarla. Y él, más fascinado todavía, se acercó al cajón de la fruta encarnada, cogió las dos piezas más hermosas y le ofreció una a la bella damita de los cabellos trenzados. Al alcanzársela, sus manos rozaron las de la joven, y ella no apartó las suyas, porque quedó prendada de aquellos seductores ojos verdes.

Quince años ella, diecisiete primaveras él.

Se dieron las manos el uno al otro y ya nunca volvieron a separarse.

Todos los días, siempre cogidos de la mano, bajaban juntos al mercado, durante muchos años; compraban sus dos manzanas, las del color de los besos vivos, y daban un paseo por la senda de los algodonales.

Hoy, setenta años después, han dado su último paseo. Ella, con su cabello cano, por siempre trenzado. Él, con sus ojos verdes, ya verdes de musgo cansado. Caminan juntos, con su manzana en la otra mano, por un sendero sin fin de algodones alargados.

Pero el amor sigue allí, con ella, con él, por siempre eternizado.

©Manuel Vega
Valencia, España

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